Cuándo nos hablan de migrantes nos viene a la mente aquellas personas que vienen de Sudamérica y de aquí mismo y van al gringo. Y no es un error, están en lo correcto, pero se nos olvida la otra migración, la que más duele y cala en los huesos, de aquella que los que vivimos en la ciudad somos testigos día a día y sin quejarnos, de igual manera que no hacemos nada por ella. Hablo de la migración nacional, de aquellos paisanos que vienen de sus comunidades en los distintos estados y de aquellos paisanos que viven en los estados vecinos y viajan dos o tres horas por la mañana y otras igual por las noches por qué donde radican no hay trabajo, no hay oportunidades de desarrollo y mucho menos de sustentabilidad.
No podemos hablar de migración o quejarnos de aquellos que tienen derecho a buscar su mejoría y la de su familia, cuando nuestros gobiernos no han hecho nada para satisfacer la necesidad básica de empleo para sus ciudadanos. De igual manera no podemos hablar de aquellos que viajan 6 horas al día, de ida y vuelta, por buscar satisfacer las necesidades básicas de su familia, ¿A costa de qué? ¿Sacrificando, cuántas horas familiares?
De aquellos que pasan una parte importante en el viaje a sus trabajos, que desviven, por que eso no se puede llamar vida. Dejar por la noche a su familia y dar un beso en la frente de su hija que solo responde moviéndose un poco y sonríe en sueños, sintiendo que su héroe ha llegado a rescatarla, cuando en realidad sólo va en una cruzada a buscar el sustento diario, que no ha visto la práctica de fútbol de su hijo y no hablemos de ver un partido completo, que cuando tiene que ir a un festival de la escuela, solo busca; con dolor, dar un pretexto del por qué no podrá ir.
Habrá que ponernos en esos zapatos desgastados, que conocen todas las rutas de transporte y de metro, que conocen el sufrimiento de ser despojados de sus pertenencias por personas sin escrúpulos que viven del tenis de los demás, que conocen de malos olores por qué el despertados no sonó a tiempo o por qué el gas se terminó, de aquellas personas que viven cerca de una ciudad y no les queda más que trabajar en ella, por qué en su pequeño poblado no hay un centro comercial en el cual con una sonrisa falsa y un "fue un placer atenderle" se gane la leche y los pañales de ese bebé que llegó sin planear. Por que si no hay trabajo, que podemos esperar de la educación y planeación familiar.
La migración es buena, pero cuando el costo es la felicidad, habría que pensar que entonces el sistema no va bien.
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